“Toco el violín porque estoy hecho para tocarlo”, Andrew Zaplatynsky
- Visible
- 18 may 2017
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Violinista y maestro ucraniano, amante de enseñarle a los jóvenes buenos valores. Andrew Zaplatynsky le abrió las puertas de su apartamento al equipo de Visible.

Piso 17, vista panorámica del Norte de Bogotá, una sala amena, un atril, CD’s de sus artistas preferidos, partituras, y por supuesto: un violín, impecable y bien conservado. Zaplatynsky, quien estaba con una camisa y un pantalón elegante, conversó durante dos horas aproximadamente con nosotros, dándonos a conocer una parte de su vida, en una forma muy cómoda y singular: sin zapatos. Un hombre que al principio se veía serio, demostró a lo largo de la charla todo lo contrario.
¿Por qué el violín y no otro instrumento?
Realmente fue un accidente, no hay nadie en mi familia que toque algún instrumento. Nosotros teníamos un amigo que mis padres invitaban a cenar diariamente –en Filadelfia, Pensilvania–, él era un profesor de violín. Cuando tenía cinco años, este hombre venía a mi casa con su violín en un estuche y yo sentía la curiosidad de saber qué era eso. Usualmente él estaba ocupado porque tenía que dictar clase, pero esa vez, él toco el violín para mí cuando tenía tan solo cinco años y medio, y aunque fue hace mucho tiempo lo recuerdo muy bien.
Yo jamás había observado un violín en mi vida pero para mí era familiar, fue muy extraño. Antes de haberlo visto, estaba siempre pidiéndole a mi madre que me comprara una pequeña guitarra de plástico. Siempre trataba de tocar algún instrumento. Yo toco el violín porque estoy hecho para tocarlo.
¿Su familia lo apoyó?
Totalmente. Mis papás no tenían ninguna experiencia en la música clásica pero yo aprendí de un profesor que le dictaba clase a niños, y estoy muy agradecido con mi escuela de música internacional en Filadelfia. Tenían estudiantes de todas partes del mundo –Europa, Asia, Israel y Sudamérica–, entonces aquel profesor le sugirió a mi mamá que me llevara con él, y cuando se graduó, se consiguió un empleo con la orquesta de Filadelfia, así que me dejó con otro profesor y allí estuve aprendiendo durante diez años. Fui a la universidad con otro maestro bastante famoso. Cada profesor me dirigió con el siguiente y ahora me doy cuenta de que eran los mejores instructores del mundo.
Recuerdo un CD de un profesor llamado Josef Gingold, él fue mi monitor durante diez años y en ese tiempo era bastante reconocido.
Con la edad de doce años, ya sabía que esto era lo que quería hacer por el resto de mi vida, cuando fui a la secundaria y a la universidad, jamás lo dude, era claro para mí: quería hacer música, punto.
¿Cómo empezó su carrera artística?
Sabes, yo no estaba pensando en una carrera artística, yo solo quería aprender a tocar el violín. Me preguntaba, ¿En dónde voy a poner mis dedos?, ¿Qué voy a hacer con las cuerdas?, eran básicamente cosas mecánicas pero pienso que cuando estaba en la secundaria –de pronto 15 o 16 años–, quería tocar con todas las orquestas que habían en el área, y yo solo encontré que la expresión musical, especialmente el sonido, era natural. Los maestros fueron una gran inspiración para mí, yo los veía y quería imitar ese mismo sonido. Cuando era un adolescente, me di cuenta que el violín era realmente mi tiquete para el mundo.
Mis padres nacieron en Ucrania, mi papá era un hombre educado que llegó a Estados Unidos a muy temprana edad y tenía un trabajo bastante simple con el que solo podía sobrevivir. El violín me dio muchas oportunidades para ir a diferentes ciudades y conocer gente que en otras circunstancias nunca hubiera conocido. Por ejemplo, en junio de 2015 hubo un tour con una orquesta de Barranquilla –Colombia–, llamada “La reformada”, ellos fueron a Atlanta y yo me encontraba allí. Siempre estuve con orquestas en Detroit, Minneapolis, Cincinnati y Notre Dame, así que en ese sentido, el violín fue mi salida al mundo.
¿Por qué escogió Colombia?
Yo tuve una invitación en el 2005 de Pilar Leva, ella es una profesora maravillosa de piano y estaba dirigiendo la escuela Corpos en San José del Guaviare. Allá estaban en busca de otro profesor y ella le enseñaba a un estudiante que tenía familia estadounidense pero también colombiana, entonces le pidió el favor de que consiguiera a alguien. Yo tenía una página en internet bastante simple y creyó por alguna razón que era interesante, entonces recibí un e-mail que decía ‘‘¿Le gustaría enseñar en Bogotá - Colombia?’’. Pensé que era una broma y lo eliminé. Nunca había estado en Suramérica y no tenía ningún interés en ir, no sabía nada de ese lugar. La primera vez que vine –agosto del 2005–, fue por cinco semanas y la amé.
Decidí que quería volver a Colombia para retirarme definitivamente. Cuando volví en junio ya había vendido mi casa, realmente conocía a mucha gente, profesores en la Filarmónica de Bogotá y en la Nacional. Actualmente enseño en un programa de música que es para niños y doy clases privadas en mi casa, ya que también toco la viola.
¿Tiene alguna anécdota que le haya ocurrido durante su carrera?
Hubo una vez en la que estábamos en un concierto tocando una pieza muy famosa de Stravinski –un músico y compositor del siglo XX–, si la escucharan la reconocerían porque suena en muchas películas conocidas. Había una alarma contra incendios en el edificio y de repente algo pasó, inmediatamente anunciaron: “Esto es una emergencia, por favor dejen el edificio y salgan por la salida de emergencia”, y de nuevo se repetía y alumbraban luces amarillas, pero la música estaba tan alta que medio se escuchaba algo y aunque no sabíamos qué era lo que pasaba, era una emergencia de fuego. Había muchos policías al rededor, así que terminamos nuestra pieza y el director de orquesta se volteó hacia la audiencia, pero resultó que ya no había nadie. Todos se habían ido, no hubo nada de aplausos cuando terminamos, no había nadie.
¿Cómo ha sido su experiencia como profesor?
He enseñado durante 40 años, puedo decir que mi sentimiento y gusto por ser profesor ha empezado desde 15 o 20 años atrás. Amo enseñar, es una de las principales razones por las cuales estoy aquí. Técnicamente estoy retirado, tengo una pensión que me llega de Estados Unidos, pero los músicos no se retiran, sigo tocando. Me gusta enseñar, especialmente en Colombia porque los estudiantes son muy dedicados, ellos en serio aman la música. En Estados Unidos tenía muchos estudiantes jóvenes que iban a lecciones de violín, luego de ballet, natación, etcétera. Su horario estaba muy copado, la música solo era una de las tantas cosas que hacían, pero aquí, cuando la gente estudia música es realmente importante, es algo que de verdad aman. Pienso que el ADN en Colombia es muy musical.
¿Quién es su ejemplo a seguir?
Diría que mis profesores. No recuerdo mucho de las clases ni de cómo aprendí o de todo lo que me aconsejaban, pero sí del violín y de la forma en que se tocan las cuerdas. Eso cambia con el tiempo, pero lo que más recordaré es cómo eran ellos, los seres humanos que fueron, muy devotos a sus estudiantes. Eran muy honestos.
Para ellos enseñar no era un negocio, entendían que cuando trabajaban con gente joven tenían una influencia muy fuerte sobre su actitud. Un maestro puede construir o destruir a alguien y eso va a estar en el estudiante por el resto de su vida. Ellos construyeron mi coraje y eran estrictos, yo no podía hacer lo que quisiera, pero sabía que ellos me amaban.
¿Piensa seguir en este camino? ¿Tiene nuevos proyectos?
Sí. Una de las cosas que estoy tratando de hacer, aunque estoy un poco frustrado, es tener algún contacto con Buenos Aires. Escribí un e-mail, pero no me han respondido, hay un programa en América llamado “Música para el alma”. Ellos tienen buenos artistas, es decir, músicos serios. Producen para escuelas pobres, hospitales, instituciones de medicina, gente que realmente no tiene oportunidades, la música les da algo de felicidad a sus vidas. Me encantaría traer ese programa a Colombia porque es el único país de América del Sur que no lo tiene, y sé que es un poco difícil contactarlos, aunque lo he intentado por correo y teléfono.
¿Qué busca con este programa?
Enseñarles a los jóvenes a tener una buena sociedad. Los músicos no tienen mejor forma de expresarse que por medio de la música, y compartirla con gente que esté en un hospital o que haya sufrido, es la mejor sensación.
¿Qué hace especial a un músico?
La música es una cualidad. Yo digo que, si se puede tomar o dejar, hay que dejarla. No se puede decidir “yo quiero ser un ingeniero mecánico” o yo quiero ser “algo”. Se puede hacer otra cosa y está bien, no hay ningún problema, pero la gente que se involucra en la música realmente no puede hacer nada más, no porque no sean inteligentes sino porque la música los llama, necesitan tocar un instrumento y necesitan escucharla.
¿Qué consejo le da a los que quieren ser como usted?
Mi consejo sería que no fueran como yo. Diría que uno aprende demasiado con los años, yo hubiera hecho algo diferente y lo que quiero decir con esto es que hubiese trabajado mucho más duro, hubiera ido a más escuelas. Cuando se tiene una oportunidad al ser joven, incluso si la oportunidad es trabajar en una oficina por poco de dinero, se debe tomar. Me hubiese gustado haber hecho un master o una especialización, la satisfacción de tener más educación será más importante que hacer dinero. Mi consejo es que cualquier cosa que uno haga en la vida, así sea ser un banquero, arquitecto, psicólogo o músico, lo tiene que hacer pensando en el bienestar de la comunidad, las cosas no se pueden realizar solas.
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