Toda una vida dedicada al arte
- Carolina Vargas
- 30 may 2017
- 6 Min. de lectura
La sonrisa del Guasón –un supervillano ficticio– y un mechón rojo en algún lugar del retrato –especialmente en el cabello–, son el toque especial que Emerson Cáceres, artísticamente conocido como Cacerolo, le da a cada una de sus obras. Pinceladas y mucha paciencia, encima de óleo sobre lienzo, son las pinturas que él realiza de personas reconocidas –por talento, fama, buenas o pésimas acciones–.
Su mamá estudió artes y desde pequeño lo ponía a realizar dibujos, pues quería que su hijo estuviese en el mismo camino…
Sí quería que alguno de sus hijos desarrollara la habilidad de la pintura, claramente, pero yo creo que en el fondo ella no quería que sus hijos fueran pintores. Eso lo vine a descubrir cuando les dije en la casa que quería estudiar pintura y mi mami dijo que no era el camino ni una buena carrera para un hijo suyo, pero sí, mi mami fue la que en un principio me educó y me permitió desarrollar la habilidad de la pintura y gracias a ella hago lo que más me gusta en la vida.
¿Ella fue la única que lo indujo en el mundo artístico o hubo alguien más?
Era muy curioso, normalmente los jóvenes se reúnen en la esquina del barrio y se ponen a hablar carreta o a jugar, yo me encontraba con unos amigos y nos poníamos a pintar, ese era el plan. También había una persona muy especial para mí, un profesor del colegio que se llamaba Álvaro Salazar, ‘‘Álvarito’’, él dictaba una clase llamada ‘‘Dibujo publicitario’’ y me dio muchas herramientas para hacer lo que estoy haciendo ahorita. Si debo agradecerle a alguien claramente es a mi madre, pero llevo un cariño muy especial por Álvaro, que me orientó y me dio muchas herramientas para hacer un profesional destacado.
¿Desde qué edad empezó a pintar?
Desde los dos años yo cogía los lápices de la casa y pintaba las paredes, la ventaja que tuve es que allí estaban los materiales de la pintura para jugar con ellos.
¿Qué fue lo que más le gustó del arte?
Al principio era un castigo, después lo convertí en una cualidad porque en el colegio era muy malo para química y yo pasé esa materia porque me tocó hacer muchas carteleras y me tocaba pintar la tabla periódica, a Albert Einstein, etc. Utilicé el dibujo como una herramienta que me facilitara la vida académica y también me funcionaba muy bien con las chicas porque yo no era un buen bailarín y cuando iba a las fiestas me ponía a dibujar a la niña que me gustaba y no la dejaba levantar porque la estaba dibujando.
¿Cuál fue su primera pintura?
Wow, no me acuerdo. Cuando era pequeño pintaba muchas cosas de Walt Disney, por ejemplo, Mickey Mouse o el Pato Donald. En el conjunto donde vivíamos me decían –no sé si contarlo– Conejo porque en la ventana que daba hacia la calle había un vitral que había pintado de Bos Bony.
¿Cuánto tiempo les dedica a sus pinturas?
El tema del tiempo es muy relativo porque si bien lo asumo como un trabajo, es una profesión muy seria. Yo puedo estar encerrado en el estudio fácilmente ocho o nueve horas seguidas pintando y la noción del tiempo se me pierde, entonces ese es el problema, que cuando entro a mi estudio quedo aislado, y si no es porque mi esposa, que es la que principalmente me llama para que coma algo o descanse, yo podría seguir pintando un montón de tiempo. Es como aburridor vivir con un pintor.
¿Hay una pintura que no haya finalizado?
No. Soy un pintor que le gusta ver terminado el cuadro porque al final es cuan- do me siento más libre y es cuando les pinto la boca de rojo, que es lo último que hago.
¿Le ha tocado repetir alguna obra?
No, no repito, pero si he hecho varias obras de un mismo personaje. Por ejemplo, yo creo que al que más he repetido es a Dalí, y además es el que más me gusta pintar.
¿Qué pintura le costó realizar, pero no le gustó el resultado?
La última obra que pinté fue la del violador de la niña Yuliana –Rafael Uribe Noguera–, pues lo pinté con rabia, algo de dolor y fue difícil hacerlo. Y en cuanto al mensaje de la pintura, cada cuadro es un espejo y transmite lo que uno quiere ver.
¿Qué significa realmente la sonrisa del Guasón en cada una de sus pinturas?
Cuando yo les pinto la boca de rojo estoy diciendo que somos una sociedad de doble moral, con dos caras. La mayoría de personajes que pinto son personas conocidas y es que a estos personajes los vemos en un altar y no, todos somos seres humanos. Al ponerles el rojo trato de demostrar que tenemos un lado bueno y otro malo, cuando la persona es desde mi punto de vista, negativa o mala, el rojo lo resalto más; en cambio, cuando siento que es un personaje que nos da alegría, trato de hacerle una sonrisa más tenue.
¿Por qué sus obras tienen un mechón rojo?
Los seres humanos tenemos la capacidad de amar y eso nos hace únicos. ¿De qué manera uno logra reflejar todo lo que puede tener un ser humano? Además del arrepentimiento, demostrado en una lágrima en la mirada, el amor es una de las cosas más importantes y lo reflejo en un mechón de pelo rojo porque mi esposita es pelirroja. A veces la invito a ella para que coja el pincel y ella misma haga el mechón.
¿Cuál ha sido su obra más reciente?
De arte urbano la de Rafael Uribe Noguera.
En medios digitales y en televisión salió su postura frente a lo que dijo el alcalde Enrique Peñalosa sobre los graffitis. Frente al nuevo Código de Policía, en donde se enuncia en el artículo 140 la prohibición para el desarrollo de la actividad artística del graffiti sin el debido permiso: ¿Qué opina al respecto?
Con respecto a lo que hablé, yo tengo que decir una cosa, yo soy bogotano, amo mi ciudad y la respeto, y creo que un acto de respeto es cuidar la ciudad y embellecerla. Desde ahí digo que estoy en contra del graffiti como presentación artística ilegal. No comparto que unos chicos cojan una lata y dañen un monumento, una escultura o algo que haga parte del patrimonio de la ciudad. Dicho esto tengo que decir que estoy en contra del lenguaje que está usando el alcalde porque él está criminalizando a los graffiteros y eso es muy grave, hace unos años vivimos una experiencia muy triste y es que por criminalizar a estos personajes, la policía asesinó a un muchacho con un muy buen futuro –Diego Felipe Becerra–, y no está bien estigmatizarlos.
Hay que educar y orientar a los chicos porque si ellos quieren tener un manejo artístico, que lo hagan, pero de una manera más profesional y en unos sitios más adecuados, y no que estén rayan- do en todo lado.
¿ En qué ciudades ha pintado murales?
He pintado en Bogotá, Tenjo y fuera del país en lugares como España.
¿Tiene nuevos proyectos?
Sí, quiero sacar una serie de esculturas, lo tengo un poco reservado, y seguir pintando, ahorita hice una alianza con una galería que es muy bonita que se llama Christopher Paschall y con ellos vienen unas cosas chéveres que no puedo contar aún.
¿Le gusta hacer algo antes de pintar?
Sí, tengo mis rituales antes de entrar al estudio. Ordeno el espacio donde trabajo y pongo cuatro canciones que me motivan, me gusta poner rock y después Jazz.
¿Puede hablarme de Hiperreal?
En este proyecto quiero invitar a los jóvenes a que entiendan un poco el arte. Hice una línea de tiempo para que los jóvenes vieran quiénes eran los pintores contemporáneos y que sobresalieron en el tema artístico. Hay otras obras donde estoy planteando otro ejercicio y es basado en el cubismo.
¿Por qué Cacerolo?
Era terrible porque es un apodo del colegio, mi apellido es Cáceres y mis compañeros me decían Cacerolo, entonces desde pequeño siempre he firmado así. Ahora me gusta y no lo pienso cambiar por nada del mundo.
Le gusta el rock, ¿es su género favorito? ¿Cuál es su banda preferida?
Sí, total, me gusta el rock clásico. Me gustan muchas bandas, por las mañanas escucho canciones de AC/DC, también me gusta Led Zeppelin, The Rolling Stones, Deep Purple, Carlos Santana, Jimi Hendrix, The Beatles, etc.
¿Cuál es la canción que más le gusta?
Mi canción favorita es Highway to Hell – AC/DC, que traduce ‘‘Camino al infierno’’.
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